
 
Gigliotti, J. J., Gigliotti, J. M., & Treco, D. (2020). El arte de decidir, cómo equilibrar la razón con la emoción, ¿quién nos 
enseña? Revista Tecnológica-Educativa Docentes 2.0, 9(1), 34-36. https://doi.org/10.37843/rted.v9i1.88 
 
 
El  Arte  de  Decidir,  Cómo  Equilibrar  la 
Razón  con  la  Emoción,  ¿Quién  nos 
Enseña? 
Introducción 
 
A lo largo de nuestra vida tomamos consciente 
o  inconscientemente  “decisiones”  y  las  mismas 
influyen  en la forma  con la  cual  nos relacionamos 
con el mundo. Decidimos todo el tiempo, desde que 
ropa  nos  ponemos,  hasta  las  decisiones  más 
importantes que probablemente cambiarían nuestras 
vidas, como la elección de irnos a vivir a otro país, 
casarnos o cambiar de trabajo. 
Es  conveniente,  para  ellos,  ver  cómo  es  que 
llevamos a cabo dichas decisiones. ¿Qué es lo que 
entra en juego? ¿Cuánto juega lo instintivo, cuánto 
lo  intuitivo?  ¿Lo  emocional,  lo  racional  y  lo 
espiritual también influye? (Starobinsky, 2017). 
 
Desarrollo 
 
El aporte de las Neurociencias  
 
Las neurociencias (junto con otras disciplinas 
afines) han demostrado que las decisiones sencillas 
podemos tomarlas casi en “piloto automático”, pero 
prácticamente todas y cada una de las decisiones que 
tomamos lo hacemos teniendo como base algún tipo 
de  “emoción”.  Y  es  que  el  Sistema  Límbico, 
encargado de la misma, es el que define qué tipo y 
cuál  es  la  calidad  de  la  decisión  que  tomamos 
(Kahneman, 2017). 
Además,  sabemos,  que  la  gente,  nuestra 
sociedad  y  nuestras  culturas,  nos  evalúan 
permanentemente por los resultados que obtuvimos 
al  tomar  distintas  decisiones,  es  decir,  nuestra 
performance.  Y  este  logro  (o  no)  se  debe  a  los 
“comportamientos”  que  desarrollamos  en  nuestra 
vida,  ya  sea  nuestra  vida  social  o  nuestra  vida 
laboral. 
Dichos comportamientos están definidos  por 
nuestras  emociones  y  no  por  la  razón  (cerebro 
racional),  como  se  creía  hasta  hace  no  más  de  40 
años  que,  gracias  a  la  tecnología  utilizada  en  los 
laboratorios de neurociencias, se ha demostrado que 
la  “razón”  solo  justifica  la  decisión  que  se  ha 
tomado desde un punto de vista emocional. 
Esto  significa  que  “conocer  nuestras  propias 
emociones”  y  “regularlas”  habla  de  nuestra 
“inteligencia  emocional”,  la  cual  es  fundamental 
para que a lo largo de los años tomemos decisiones 
más acertadas (aunque nos equivoquemos), con el 
fin de llegar a concretar nuestros logros en la vida, 
ya sea un conseguir un trabajo, cambiar de lugar de 
residencia,  estudiar  un  nuevo  idioma,  entre  otras 
(Lee, 2019). 
 
El sistema educativo 
 
Lamentablemente el sistema educativo actual 
no  enseña  absolutamente  “nada”  en  lo  relativo  al 
trabajo emocional con los alumnos.  
Esta  carencia  sobre  el  trabajo  emocional  en 
los colegios se hace muy evidente a partir del primer 
grado  y  sobre  todo  en  alumnos  de  los  países 
Latinoamericanos. 
Desde hace unos años, muchas cátedras (en su 
mayoría europeas), han incluido en su currículo la 
materia  “neuroeducación”,  con  la  finalidad  de 
atender  esa  demanda,  que  los  adultos  conocemos, 
pero que los niños ignoran. 
Enseñarles a conocer y regular sus emociones, 
tendría  como  resultado,  a  través  de  los  años,  una 
mejor performance en su vida (Mora, 2017). 
Lamentablemente,  las  políticas 
gubernamentales,  sobre  todo  en  Latinoamérica, 
debido  a  sus  bajos  presupuestos  dedicados  a  la 
educación  en  las  escuelas  de  todos  los  niveles, 
hacen que “formemos ciudadanos” acorde a lo que 
los políticos desean, es decir, personas dóciles que 
no  cuestionen  nada,  ni  tengan  un  espíritu  crítico 
sobre las cosas que nos rodean. 
 
Conclusiones 
 
La neurociencia sabe que al cerebro “le gustan 
solamente dos cosas; Sobrevivir y Tener razón”. No 
le gustan los cambios, porque eso le insume energía. 
Tenemos que lograr inculcar a los padres, docentes 
y a toda la gente involucrada en la “educación”, que 
los  cambios  cerebrales  (influyendo 
fundamentalmente en las emociones y la conducta) 
son  semillas  extraordinariamente  valiosas  para 
mejorar  el  rendimiento  ético  y  social  de  las 
personas.  
Este cambio debería comenzar en las casas de 
cada familia, para luego expandirse a las escuelas, 
de todo tipo de nivel educacional. 
Solo  de  esa  manera,  se  podrá  cambiar  un 
sistema prusiano de  educación  que  lleva  200 años 
de historia, y adaptarlo a las épocas actuales con el