problemas  educativos  y  que  su  impacto  en  el 
aprendizaje depende de cómo se utilice. 
Uno de los mitos más comunes sobre educar con 
tecnologías es que estas mejoran automáticamente el 
aprendizaje. Sin embargo, autores como Hattie & Yates 
(2014) han señalado que el impacto de las tecnologías 
en el aprendizaje depende de cómo se utilicen y que su 
efectividad puede variar según el contexto y la tarea. En 
este sentido, autores como Zhao (2018) han señalado 
que  la  tecnología  no  es  una  solución  única  para  los 
problemas  educativos  y  que  su  impacto  en  el 
aprendizaje depende de cómo se utilice. 
La  educación  con  tecnologías  mejora 
automáticamente el aprendizaje de los estudiantes. A 
pesar  de  que  la  tecnología  puede  mejorar  ciertos 
aspectos  del  proceso  educativo,  no  necesariamente 
garantiza  un  aprendizaje  más  efectivo  o  duradero. 
Según Axtell & Mnookin (2020), manejar herramientas 
tecnológicas como método de enseñanza no garantiza 
su efectividad, que se logre depende de la forma como 
se  integre  en  el  proceso  metodológico  y  de  la 
experiencia de aprendizaje. 
Ahora  bien,  el  mito  de  que  la  educación  con 
tecnologías es más igualitaria. La realidad es que, al 
menos en la mayoría de los países de América Latina, 
el  acceso  a  la  tecnología  educativa  sigue  siendo 
restringido  a  las  élites  educativas  y  a  aquellos  con 
recursos  suficientes.  Como  indica  Rosenberguer 
(2019),  “la  brecha  digital  en  la  región  perpetúa  las 
desigualdades educativas, ya que muchos estudiantes 
no  pueden  acceder  a  las  herramientas  tecnológicas 
necesarias para aprovechar estos avances” (p. 76). El 
autor reflexiona que, aunque las tecnologías educativas 
pueden transformar la enseñanza, su  acceso desigual 
sigue siendo una barrera importante.  
El autor Rosenberger (2019) resalta una realidad 
preocupante en  América  Latina: la  brecha digital no 
solo  limita  el  acceso  de  muchos  estudiantes  a 
herramientas tecnológicas, sino que también agrava las 
desigualdades  existentes.  En  lugar  de  convertirse  en 
una oportunidad para cerrar estas brechas, la tecnología, 
mal gestionada, puede ampliarlas aún más. Este punto 
invita  a  reflexionar  sobre  la  importancia  de 
implementar políticas inclusivas que no solo provean 
acceso a las tecnologías, sino que también capaciten a 
los docentes y estudiantes para utilizarlas de manera 
efectiva. En esencia, el autor plantea que la tecnología, 
por  sí  sola,  no  garantiza  igualdad;  lo  que  marca  la 
diferencia  es  cómo  se  distribuyen  y  aprovechan  los 
recursos  en  los  contextos  educativos.  La  tecnología 
promueve la individualidad y la personalización en el 
aprendizaje.  Sin  embargo,  como  señala  De  Souza 
(2020),  “la  tecnología  no  puede  reemplazar  la 
interacción humana y el diálogo en la educación” (p. 
28).  En  otras  palabras,  la  tecnología  puede 
complementar  el  proceso  educativo,  pero  no  puede 
sustituir la necesidad de contacto humano. 
Uno  de  los  mitos  más  extendidos  es  que  la 
tecnología  educativa  virtual  o  a  distancia  brinda 
igualdad de oportunidades a todos los miembros de una 
comunidad  educativa,  independientemente  de  las 
diferencias socioeconómicas. Al respecto, Copertari & 
Lima  (2023),  sostiene  que  “la  igualdad  de 
oportunidades  no  puede  ser  solo  una  declaración  de 
intenciones, sino que debe ser una práctica concreta y 
efectiva  que  contemple  la  necesidad  de  medidas  de 
inclusión e igualdad” (p. 268). El autor reflexiona que 
la  igualdad  de  oportunidades  en  la  educación, 
especialmente  en  el  contexto  tecnológico,  no  puede 
quedarse en un ideal teórico o una meta abstracta. La 
cita de Copertari & Lima (2023), subraya la necesidad 
de  acciones  concretas  y  efectivas  para  garantizar  la 
inclusión y la equidad en el acceso a las tecnologías 
educativas.  
Esta reflexión pone de manifiesto que, aunque se 
hable mucho sobre los beneficios de la tecnología, lo 
cual no pueden materializarse si no se toman medidas 
prácticas  para  asegurar  que  todos  los  estudiantes, 
independientemente  de  su  contexto  socioeconómico, 
puedan acceder y  beneficiarse de estas  herramientas. 
Además, enfatiza que la inclusión tecnológica debe ir 
de  la  mano  con  políticas  educativas  que  eliminen 
barreras estructurales y fomenten un uso significativo 
de la tecnología en el aprendizaje. En esencia, el autor 
invita  a  pasar  de  las  palabras  a  los  hechos, 
transformando las promesas de igualdad en realidades 
tangibles dentro de los entornos educativos. 
Es  común  es  que  la  tecnología  educativa 
proporciona  una  enseñanza  personalizada  para  cada 
estudiante. Sin embargo, Lion (2019) sostiene que la 
tecnología  educativa  no  debe  ser  vista  como  una 
solución mágica capaz de resolver todos los problemas 
de  la  educación,  sino  como  herramienta 
complementaria  que  apoya  y  mejora  procesos 
pedagógicos ya existentes. También existe el mito de 
que la educación con tecnologías es efectiva por sí sola, 
sin  considerar  la  calidad  de  la  enseñanza  y  del 
contenido.  Marrero  et  al.  (2015)  plantea  que  “la 
tecnología no impacta por sí sola en la calidad de la 
educación, sino que necesita ser integrada a un enfoque 
pedagógico  que  considere  las  necesidades  y  los 
contextos de los estudiantes” (p. 11).  
La reflexión del autor sobre esta cita de Marrero 
et al. (2015) se centra en enfatizar que la tecnología, por 
sí misma, no garantiza un impacto significativo en la 
calidad educativa. Más bien, el autor coincide en que su 
efectividad depende de cómo se integre dentro de un 
enfoque pedagógico sólido, adaptado a las necesidades 
y  contextos  específicos  de  los  estudiantes.  Lo  que 
sugiere  que  la  implementación  tecnológica  debe  ser 
planificada estratégicamente, asegurándose de que