enfrenta  desafíos  significativos  que  obstruyen  su 
alcance y efectividad. Uno de los principales retos 
es  la  ausencia  del  área  en  el  curriculum  de 
educación  básica  porque,  tal  como  se  evidenció, 
actualmente  solo  tiene  cobertura  en  el  marco 
curricular de enseñanza media. Esta omisión, en la 
educación  básica,  impide  que  los  estudiantes 
adquieran  una  base  financiera  sólida  y  niega  la 
oportunidad  de  familiarizarse  con  conceptos 
económicos  claves  desde  una  etapa  cognitiva 
temprana.  Lo  anterior,  constituye  un  grave 
perjuicio  educativo,  pues,  durante  la  formación 
primaria,  los  niños  y  adolescentes  están  más 
receptivos para aprender y asimilar conocimientos 
financieros  que  pueden  moldear  sus  actitudes  y 
comportamientos en el futuro. 
Por  consiguiente,  la  falta  de  educación 
financiera  en  la  enseñanza  básica  deja  a  los 
estudiantes  sin  las  herramientas  necesarias  para 
comprender  conceptos  fundamentales,  como 
ahorro,  presupuesto,  inversión  y  endeudamiento 
responsable;  por  esta  razón,  es  probable  que  la 
mayoría  de  los  jóvenes  enfrenten  dificultades 
financieras en su vida adulta. De este modo, como 
argumentan  Marshall  &  Kaufmann  (2013),  los 
individuos  pueden  desarrollar  una  mentalidad 
consumista  porque  la  carencia  de  conocimiento 
financiero  puede  generar  el  endeudamiento 
excesivo  por  adquirir  bienes  y  servicios 
innecesarios,  lo  que,  a  su  vez,  afectaría 
negativamente  la  sostenibilidad  económica  del 
país.  Sumado  a  lo  anterior,  la  falta  de 
capacitación adecuada de los docentes constituye 
un  obstáculo  significativo  para  instaurar  una 
educación  financiera  de  calidad.  En  concreto, 
según  Muñoz  et  al.,  (2020),  el  69,6%  de  los 
profesores no recibió formación en el área durante 
su pregrado y el 74,2% no ha participado en alguna 
especialización relacionada. Frente a esta situación, 
para  Portilla  et  al.,  (2021),  es  crucial  que  los 
profesores  se  capaciten  de  forma  continua  para 
impartir de manera integral los conceptos asociados 
y  fomentar  el  desarrollo  de  habilidades  de 
planificación económica en los estudiantes. 
La educación financiera no solo requiere un 
sólido dominio conceptual, sino también exige la 
adquisición  de  competencias  pedagógicas 
específicas  para  enseñar  esta  temática  de  forma 
cercana y significativa (Denegri et al, 2011; Hill & 
Dalton, 2013). Los educadores deben saber cómo 
adaptar  la  información  a  las  diferentes  edades  y 
niveles educativos, utilizando métodos y recursos 
didácticos innovadores que capten la atención de 
los  estudiantes  y  faciliten  su  comprensión. 
Asimismo,  esta  área  es  un  campo  en  constante 
evolución debido a los cambios en la economía y 
en las nuevas tecnologías que afectan los modos de 
gestión del dinero; por tanto, resulta esencial que 
los profesores se mantengan actualizados con las 
últimas  tendencias  del  ámbito  financiero  para 
brindar una formación relevante y pertinente a sus 
educandos. 
Para lograr tales propósitos, la capacitación 
docente  en  educación  financiera  debe  integrar 
ejercicios  prácticos  y  actividades  simuladas  que 
permitan a los  formadores  adquirir competencias 
disciplinares  y  pedagógicas  que  ayuden  a  sus 
estudiantes a aplicar los conocimientos teóricos en 
situaciones  reales.  De  esta  manera,  los  alumnos 
pueden desarrollar habilidades prácticas, como la 
elaboración  de  presupuestos,  el  análisis  del 
mercado  y  la  adopción  de  determinaciones 
conscientes  en  escenarios  de  crisis  o  auge 
económico. 
Un tercer desafío, siguiendo a Goldenberg 
(2020),  es  la  existencia  de  barreras 
socioeconómicas  y  culturales  que  inciden 
negativamente  en  el  acceso  equitativo  a  una 
educación  financiera  de  excelencia  en  el  país. 
Como  señalan  Montaña  &  Ferrada  (2020),  los 
estudiantes  provenientes  de  entornos 
desfavorecidos enfrentan mayores dificultades para 
acceder  a  los  recursos  educativos,  programas  de 
capacitación  y  experiencias  prácticas  que 
promueven una formación sólida y atingente a su 
nivel  educativo.  Lo  anterior,  ocurre  porque,  en 
hogares con recursos limitados, las familias suelen 
priorizar necesidades básicas  como alimentación, 
vivienda y atención médica, por sobre la inversión 
en el área. Además, la falta de acceso a servicios 
bancarios, seguros y otros productos afines también 
limita  las  oportunidades  para  que  los  educandos 
adquieran  una  comprensión  holística  del  sistema 
financiero y desarrollen habilidades prácticas para 
manejar sus recursos de manera efectiva. 
Asimismo, las diferencias  culturales y  las 
percepciones sobre el dinero igualmente tienen un 
impacto significativo en la adhesión a la educación 
financiera, ya que, en algunos entornos culturales, 
los  temas  económicos  pueden  ser  considerados 
tabú o privados dentro del contexto familiar y