Por  tanto,  los  principios  aquí  presentados 
sobre  el  modelo  tradicional  vinculado  a  la 
enseñanza  de  la  historia  son  infértiles,  pues  la 
historia va más allá de memorizar datos y figuras 
emblemáticas  en  la  sucesión  de  una  historia 
arbitrariamente  universal,  donde  el  alumno 
únicamente  es  receptor  de  información, 
recayendo  toda  responsabilidad  del  proceso 
educativo  en  el  docente,  sino  “estructurar  un 
conocimiento  científicamente  válido  de  la 
realidad histórica” (Lombardi, 2000, p.11). 
Modelo Constructivista 
Si bien, el modelo tradicional puede funcionar 
bajo ciertos contextos, circunstancias, y tipos de 
conocimientos,  en  realidad  su  aplicación  en  la 
enseñanza es muy limitante, sobre todo cuando se 
trata de conocimientos de cortes humanistas como 
lo  es  la  historia,  al  respecto  Lombardi  (2000) 
asevera que enseñar historia a niños y jóvenes es 
vida,  pero  igualmente  es  necesario  entender  la 
historia como una teoría científica de la realidad 
total, en donde el ser humano individual y social, 
en su devenir, en la referencia obligada, es decir 
su  historicidad,  de  allí  que  la  historia  o  es 
humanista  reivindicar  la  vieja  definición 
ciceroniana: la historia como maestra de la o no 
es. Así los conocimientos, como lo son los de la 
historia,  es  una  construcción  del  ser  humano, 
donde el modelo constructivista parte del hecho 
de  que  cada  persona  percibe  la  realidad,  la 
organiza y le da sentido en forma de constructos, 
gracias  a  la  actividad  de  su  sistema  nervioso 
central, lo que contribuye a la edificación de un 
todo  coherente  que  da  sentido  y  unicidad  a  la 
realidad (Ortiz, 2015, p. 96).  
Ahora bien, esta construcción no se da por sí 
de  manera  fortuita,  sino  que  está  asociada  a  la 
interacción de entre individuos e individuos con 
el entorno, que, en este caso, sería entre docente y 
alumno, y alumno con la historia. De acuerdo con 
Medina  &  Bittar  (2020)  que,  recurriendo  a 
Vergara-Ríos  &  Cuentas-Urdaneta  (2015)  el 
modelo  constructivista  se  alcanza  en  “…la 
comprensión cognitiva, de modo que se favorezca 
altamente el cambio conceptual; […] todo ello se 
debe  ir  dando  de  manera  natural  a  través  del 
contacto directo del individuo con su medio social 
y la interacción con el mismo” (p. 927). 
Así mismo, Ortiz (2015) hace hincapié en que 
son las interacciones entre docente y alumno so 
vertebrales para construir conocimientos, por lo 
que el profesor ahora se ocupa de que el alumno 
le dé sentido a todo lo que aprende. Ello implica, 
un  diálogo  continuo  entre  el  docente  y  el 
estudiante que llevan a conclusiones que forman 
parte del aprendizaje, en dicho sentido, se toma en 
cuenta  las  condiciones  biológicas,  psicológicas, 
sociales, económicas, culturales, incluso políticas 
e históricas.  
El  alumno  interioriza  los  contenidos  que 
aprende  en  el  aula  porque  los  relaciona  con  la 
realidad que percibe. Así pues, el modelo toma en 
cuenta  el  contexto,  considera  los  aprendizajes 
previos,  privilegia  la  actividad  del  alumno, 
considera los estilos de aprendizaje, favorece el 
diálogo  y  emplea  el  método  inductivo  (Ortiz, 
2015). Este modelo mantiene al alumno de forma 
activa en el proceso de aprendizaje, se distingue 
de forma plena del modelo tradicional, por lo que, 
la  sabiduría  no  la  posee  de  forma  exclusiva  el 
docente. En consecuencia, la responsabilidad del 
aprendizaje corresponde tanto al maestro como al 
alumno.  Algunas  de  las  características  que 
establecen  Barberá  (2000),  Junco  (2002), 
Vergara-Ríos & Cuentas-Urdaneta (2015); Ortiz 
(2015); Vives-Hurtado (2016) son: 
• Acceso progresivo al conocimiento. 
• Ambientes estimulantes. 
• Actividad crítica. 
• Reflexión de la práctica. 
• Aprender es arriesgarse. 
• Lenguaje sencillo. 
• Aprendizaje por descubrimiento. 
• Trabajo en grupos pequeños. 
• Trabajo individual. 
• Diálogo entre maestro y estudiante. 
Por eso es necesario que se despliegue un 
“intercambio  dialéctico”  (Ortiz,  2015,  p.94),  lo 
que  refiere  a  que  el  maestro  debe  propiciar 
diferentes ambientes que den lugar al aprendizaje, 
planteando  estrategias  dónde  el  alumno 
experimente y llegue a conclusiones propias, por 
su parte, el alumno deberá mantenerse  activo y 
participativo en todo momento, dando lugar a la 
reflexión y crítica de cada una de las actividades. 
Una ventaja que tiene este modelo es que el 
alumno se encuentra involucrado en su