Introducción  
 
Hablar  de  transmedia  implica  hallarse 
inmerso  en  pantallas,  libros,  música,  redes 
sociales,  cine,  videojuegos,  televisión,  entre 
muchas  otras  posibilidades,  hace  necesario 
reconocer  un  panorama  lector  cada  vez  más 
extenso.  Lo  anterior,  porque  el  texto  -durante 
siglos  confinado  en  páginas  de  papel-,  ha 
traspasado  los  límites  enriqueciéndose  con 
multiplicidad de interacciones ofrecidas por las 
pantallas. Ahora bien, como lo explica Albarello 
(2019),  tales  interacciones  generan  prácticas 
lectoras  novedosas:  ubicuas,  extensivas, 
relacionales  y  conectivas.  Lo  ubicuo  se  da 
cuando  el  lector  encuentra  las  pantallas  en 
cualquier momento o lugar de la vida cotidiana; 
lo  extensivo,  se  refiere  a  comprender 
superficialmente  la  información  saltando 
velozmente  entre  textos  y  dispositivos;  lo 
relacional,  pone  en  juego  la  capacidad  para 
interconectar  los  estímulos,  los  datos;  lo 
conectivo,  promueve  interacciones  con  otros 
lectores.  
De igual manera, el texto en su naturaleza 
tradicional también ha sufrido transformaciones. 
Ya no conserva un carácter estático conservado 
en  un  libro,  por  el  contrario,  a  través  de  las 
pantallas y la variedad mediática permite al lector 
modificar  su  contenido  constantemente 
convirtiéndose así en un prosumidor (Albarello, 
2019).  Según  Islas-Carmona  (2008),  el 
prosumidor es un actor comunicativo emergente 
en la sociedad de la ubicuidad y su rol, lejos de 
lo pasivo, se encamina hacia la autonomía con la 
cual  consume  y  produce  contenidos.  Sin 
embargo,  no  es  contando  lo  mismo  una  y  otra 
vez,  sino  expandiendo,  ampliando, 
reconstruyendo una narrativa con nuevas piezas 
textuales que  un  contenido deja  de ser  sólo  un 
texto  a  ser  todo  un  universo  narrativo,  en 
resumen,  una  Narrativa  Transmedia  (Scolari, 
2014).  
Al  respecto,  Scolari 
(2013;2014;2017;2018)  define  esta  narrativa 
como una historia expandida a través de medios, 
géneros  y  plataformas  múltiples:  los  libros,  el 
cine, televisión, las redes sociales, las revistas de 
comic,  los  videojuegos,  el  teatro,  los  videos, 
música,  entre  otros.  Ahora  bien,  en  décadas 
anteriores se han presentado estudios en torno a 
la  interacción  de  los  jóvenes  con  medios  de 
comunicación  y  tecnología,  poniendo  especial 
acento en el ejercicio crítico del lector, o como lo 
explica  López  (2003),  el  propósito  de  formar 
“una audiencia inteligente con criterio.” (p.9). De 
nuevos  modos,  esta  preocupación  sigue  latente 
en  estudios  sobre  Narrativa  Transmedia;  en  el 
contexto colombiano, por ejemplo, encontramos 
investigaciones de Polo (2018), Barreneche et al. 
(2018), Amador-Baquiro (2018), Rodríguez et al. 
(2015),  el  proyecto  Profes  Transmedia  (IDEP, 
2018),  entre  otras.  A  nivel  internacional,  es 
loable  la  apuesta  del  proyecto  Transmedia 
Literacy  (Scolari,  2018),  el  cual  reunió 
investigadores de ocho  países logrando definir, 
clasificar  y  caracterizar  competencias 
transmedia.  
En  resumen,  estas  investigaciones  ponen 
en  evidencia  cómo  los  jóvenes  desarrollan 
prácticas lectoras y competencias estrechamente 
ligadas  a  la  Narrativa  Transmedia  de  manera 
informal, fuera del entorno escolar. Por lo tanto, 
plantean  como  necesidad  alfabetizar 
transmedialmente  a  los  jóvenes,  haciendo  de 
ellos  prosumidores  críticos  con  capacidad  para 
comprender,  comparar,  cuestionar,  analizar, 
evaluar y comunicar responsablemente. 
Esta investigación  decide  participar en  la 
discusión  con  un  estudio  realizado  en  la  IED 
República  de  Francia-Escuela  Rural  San  Luis, 
ubicada  en  zona  rural  de  Cundinamarca 
(Colombia).  Específicamente,  la  población 
estudiada estuvo conformada por estudiantes de 
grado  quinto  quienes se  educan  con  el  modelo 
pedagógico  Escuela  Nueva.  Según  Colbert 
(2006),  este  modelo  se  fundamenta  en  los 
principios de la pedagogía activa y promueve: 
 
un  proceso  de  aprendizaje  cooperativo  y 
personalizado  centrado  en  el  alumno,  la 
formación  de  valores  y  comportamientos 
democráticos,  un  nuevo  rol  del  docente  como 
orientador y facilitador y un nuevo concepto de 
textos interactivos o guías de aprendizaje para 
lograr  así  el  mejoramiento  de  la  calidad  y 
efectividad del aprendizaje (p.196). 
 
En cuanto a la situación problema que dio 
origen  a  esta  investigación,  se  halló  en  los 
estudiantes  un  bajo  desempeño  en  las 
evaluaciones de comprensión lectora, con mayor 
énfasis  en  el  nivel  crítico    (MEN,  2018).  No 
obstante, también se encontró que el panorama