Introducción  
 
El  artículo  se  enmarca  en  un  México 
atravesado por la desigualdad digital además de 
la  educativa.  Comenzamos  por  mencionar  el 
monto  monetario  federal  para  el  ejercicio  del 
2020, a educación se le otorgo el 1% del PIB, sin 
embargo,  fue  distribuido  de  modo  desigual,  lo 
anterior por necesidades encontradas de manera 
dispar.  En  su  gran  mayoría,  los  recursos  se 
destinaron a becas, así como a crear instituciones 
de educación superior llamadas “Universidades 
del Bienestar”. En ese sentido el gobierno de la 
República mexicana cumplió con su promesa de 
asegurar  presupuesto  en  el  sistema  educativo, 
fortaleció  el  derecho  universitario  a  ejercer  de 
forma autónoma el presupuesto otorgado.  
Por tanto, dentro  del contexto  pandémico 
actual, resulta interesante abordar la forma en de 
organización  de  algunas  casas  de  educación 
superior,  el  texto  brinda  un  análisis  de 
información  incluye  acciones  enunciadas  por 
diferentes instituciones, así como por organismos 
educativos  en  México,  todo  lo  cual  con  el 
propósito de otorgar testimonio sobre el proceso 
educativo en educación superior durante tiempos 
de pandemia en el país. 
 
Se  evidencia  que  el  COVID-19  ha 
generado  una  disrupción  en  el  sistema 
educativo,  por  tal  razón,  las  directivas 
deben  tener  como  alternativas  de 
aprendizaje  efectivo  el  modelo  de 
educación  en  modalidad  virtual  como 
valor agregado a su propuesta educativa a 
partir del crecimiento de las competencias 
TIC  en  el  desarrollo  profesional  docente 
(Sandoval, 2020, p.7). 
 
Inevitablemente,  las  crisis  son 
oportunidades  que  nos  mueven  a  ejercer 
prácticas de manera distinta. En ese sentido, si en 
ciencias  duras  contamos  con  epidemiólogos, 
bioquímicos, médicos entre otros profesionistas 
para  atacar  cualquier  virus  amenazante  para  la 
especie humana,  en  ciencias sociales  contamos 
por  ejemplo  con  antropólogos,  psicólogos, 
sociólogos,  filósofos,  pedagogos,  educadores, 
historiadores y demás, que analizan e inciden, en 
los fenómenos sociales con dinámicas variables. 
Siendo así el COVID-19 mandó a casa a todos, 
nos forzó a luchar contra una enfermedad global, 
oculta,  dando  muerte,  dejando  amputados, 
inhabilitados,  cortos,  nos  referimos  a  una 
pandemia educativa. Basta con mirar cifras del 
Instituto  Nacional  Estadística  y  Geografía 
(INEGI)  donde  el  promedio  de  escolaridad  en 
México  es  de  9.5  años  (Instituto  Nacional  de 
Estadística  y  Geografía,  2020).  El  registro  de 
dichos datos se realizó en el 2015, aún con los 
esfuerzos realizados en pasadas administraciones 
se buscó atender alrededor de 329,254 personas 
a fin de salir del rezago educativo.  
Se entiende por rezago educativo a quien 
presenta los siguientes rasgos: a) tiene de tres a 
quince  años,  no  cuenta  con  educación  básica 
obligatoria, no  asiste  a un  centro de  educación 
formal; b) nació antes de 1982, no cuenta con el 
nivel de educación obligatorio de acuerdo con su 
edad, (primaria completa); c) nació después  de 
1982,  pero  no  cuenta  con  secundaria  completa 
(Consejo Nacional de Evaluación de la Política 
de Desarrollo Social, 2019). 
Aun cuando el trabajo de investigación se 
centra  en  educación  superior,  contar  con  estos 
datos  nos  ayudan  a  entender  el  contexto 
universitario además del proceso de transición al 
interior  de  las  universidades.  En  términos 
generales,  previo  al  COVID-19,  únicamente  el 
25 % de mexicanos terminaba una licenciatura lo 
anterior de acuerdo con datos emitidos por cifras 
del  sistema  educativo.  (SEP,  2019,  p.  14).  El 
porcentaje  es  bastante  bajo,  sin  embargo,  el 
promedio  de  egresados  varía  dependiendo  del 
estado.  
El encierro reflejó experiencias educativas 
pertenecientes al ámbito universitario a través de 
redes  sociales,  plataformas  y  otros  medios 
digitales, dando testimonios de una enfermedad 
educativa,  anclada  por  años  en  el  interior  del 
sistema: planes académicos descontextualizados, 
profesores poco preparados, mal pagados, padres 
de  familia  desvinculados  del  desarrollo  de  sus 
hijos,  docentes  con  doctorado  sin  habilidades 
digitales,  aun  cuando  pertenecen  a  un  mundo 
digitalizando  en  donde  insisten  en  replicar 
modelos  de  hace  más  de  50  años  para  futuros 
profesionales.  El  COVID-19  nos  llevó  a 
cuestionar  a  los  institutos  escolarizados  como 
centro  de  formación  profesional,  el  sentido 
educativo,  amén  de  su  relación  con  saberes 
legítimos.  El  perfil  de  manera  general  de  los 
maestros en educación superior es en promedio 
de 17.6 años de